La toma de Constantinopla por los turcos en 1453, interrumpió las rutas comerciales terrestres con Asia que estaban dominadas por genoveses y venecianos. España y Portugal desbancaron a los italianos en la apertura de vías marítimas que no solamente hicieron más asequibles los productos a la población, sino que también llevaron al descubrimiento de territorios y a un cambio en la concepción del mundo que se tenía hasta ese momento.
Las expediciones de los siglos XV y XVI fueron principalmente marinas, de descubrimiento y establecimiento de colonias. En el siglo XVII contribuyen a enriquecer más el conocimiento geográfico y natural, combinando el informe científico con el viaje heroico. En el siglo XVIII se pierde en gran parte el sentido de la audacia aventurera porque ya no son travesías de piratas o hazañas en busca de El Dorado. Entonces, muchos de los nuevos territorios ya son conocidos en buena parte, y no todos los viajeros que los recorren están necesariamente ligados a una misión militar, descubridora o científica, sino que están movidos por un interés puramente individual. En las expediciones no solamente viajan intereses económicos, políticos o religiosos, sino también elementos como la ciencia, la cultura y el arte.
Hasta entonces, la recopilación y registro de datos mediante dibujos o pinturas las realizaban principalmente los médicos de a bordo, que tenían alguna formación como naturalistas, o los oficiales del barco, que entendían de levantar planos o de trazar cartas de navegación. En el Siglo de la Ilustración se produce una parcelación de los conocimientos y esas tareas pasan a realizarlas especialistas: botánicos, zoólogos… y pintores, llegando a ser estos últimos imprescindibles en cualquier expedición. Fueron numerosos los artistas, magníficos dibujantes, que rindieron un gran servicio al conocimiento de los nuevos territorios, y al tiempo que colaboraron con la ciencia, adquirieron un renovado y fecundo sentido en la relación entre el artista y la naturaleza.
Al contemplar la obra realizada por estos artistas sorprende tanto la cantidad de información como la calidad técnica y su belleza. Pero ese esfuerzo, desgraciadamente, ocupa un lugar mucho más preeminente en Gran Bretaña o Francia que en España, los tres países que pudieron costear aquellas grandes expediciones. El olvido colosal que goza en este país el trabajo conseguido por las nuestras se debe, principalmente, a la desidia y la lentitud en la publicación de lo obtenido, al no recibir el mismo impulso que obtuvieron Cook, La Condamine, Boungainville o Humboldt, cuyas novedades se difundieron rápidamente por toda Europa, engrandeciendo la figura de sus autores y la gloria de las naciones que los impulsaron.
Humboldt reconocía que “ningún gobierno europeo ha sacrificado sumas más considerables que el español, para fomentar el conocimiento de los vegetales…”. Así, la expedición Malaspina fue dotada de forma generosa y espectacular de financiación, de medios técnicos, y de hombres de alta cualificación, pero esta gran empresa de Estado fue destruida por el mismo Estado. Malaspina, hombre liberal, fue crítico a su regreso con la administración del Imperio y Godoy lo encarceló, (murió en el destierro), ordenó el secuestro de todos los papeles y objetos científicos relativos a su viaje e impidió su proyectada publicación, malogrando el magnífico colofón de una gran empresa ilustrada en la que la ciencia, la razón, la universalidad, el arte, la utilidad social y política se habían combinado de forma admirable. Pasaron más de cien años hasta que salió a la luz lo que quedó de aquel extraordinario tesoro cultural.
La desgracia de Malaspina es todo un símbolo del ocaso de un espléndido renacimiento científico y el de toda una generación de ilustrados y liberales que podían haber condicionado cambios importantes en el curso de nuestra historia.
Estupendamente documentado y relatado. Gracias Ramón. Muy interesante.
Espero impaciente el tercer capítulo. ¡Ánimo!
Buen relato para leer en estas vacaciones, corto, interesante… Espero el próximo.
El tal Ramón este, se le ve suelto de pluma, es un gozo leerlo por que escribe con tal nitidez, que te traslada y te guía a lo largo de la historia, tiene futuro adelante amigo Sempére, es un placer contar con tu ágil pluma….