Desde que iniciamos nuestras quedadas, en Cuadernos Viajeros hemos venido conmemorando cada otoño aquella decisión que nos llevó cada semana a la calle a dibujar y a compartir nuestra afición por el arte. Ahora acabamos de celebrar el quinto aniversario con una comida de cabasset en casa de la colega Mari González, que gentilmente cedió su casa para el evento. Como siempre nos ocurre, había que llevar lo justito y acabamos enchufados a un gotero con cóctel de almax e insulina.
Estas ocasiones son campo abonado para especular sobre la fugacidad del tiempo, del que vamos teniendo: “Parece que fue ayer” es lo más socorrido. Cinco años nos parece un aparentemente corto instante, y un quinquenio parece ligado a logros de derechos que parece que nunca llegan. A uno le gusta más lustro, que parece que suena como más lleno. Así que diremos que ha pasado un lustro desde el invento de Cuadernos Viajeros, un periodo que ha sido denso y productivo, más que suficiente para no sentir vacío u orfandad de sentimientos y emociones que nos alejen de las rutinas estériles. Que cumplamos muchos lustros más y que todos lo veamos.
Con un recuerdo muy especial a Charo. ¡Ánimo!