El pasado sábado, 16 de junio, en la quedada matinal en el Parque Municipal estaba con Juan, éste dándole cañazos de tinta china a su cuaderno, cuando se acercó su hija Emma y le preguntó qué hacía y el maestro contestó, escueto y conciso: “Estoy haciendo los últimos dibujos de una Era”.
Reímos aquella gracia, que claramente aludía a la inminente entrega de los libros en la comida que tendríamos a mediodía, y seguimos a lo nuestro, pero no he dejado de darle vueltas a la frase, dicha con esa espontánea cachaza sentenciosa de chamán que le es habitual, que, conociéndole, invita a bucear en la profundidad de lo que aparentemente esconde. Y lo que he visto es una gran esperanza de que nuestro libro de Cuadernos Viajeros sea un revulsivo, un elemento motivador que nos empuje y aliente en nuestro camino de dibujantes nómadas y nos haga más ambiciosos a la hora de expresar en los cuadernos nuestra percepción personal de lo que nos rodea. Que sea la llave que nos abra el camino a una nueva era cuadernista.
Precisamente era la misma línea de lo que yo quería deciros a todos en la entrega de los libros, ese era el célebre “paquete” que quería daros: Reclamaros valor para ser más creativos y no tener miedo a lo desconocido. Crear es para nosotros como aprender a andar y ahora todavía vamos a gatas, pero ha llegado el momento de ponernos de pie.
Una buena parte de nosotros vamos a clase, en el Mercé, en otros centros. Dejemos que sea allí, o en casa, donde hagamos la parte de “aula”, didáctica, cuidada, estética, repasada, con sus miguicas de borrador y todo. Cuando vayamos con los cuadernos dejemos volar la mano y la imaginación, y pensad que nuestra obra no puede ser juzgada porque sería absurdo o incluso, un abuso. Abramos paso a la espontaneidad, a la experimentación. Si sale mal, repetimos, insistimos. Nada va a ser inútil ni ridículo.
Puede que, como creativos, sea necesario tener un ego fuerte, dominante y sobrado, o tener apoyo. Lo primero, cada cual sabe lo que tiene, pero lo segundo todos sabemos que lo tenemos: ¿qué mejor apoyo que el de todos los colegas de Cuadernos y el trabajo colectivo? Estas deben ser las bases para que nuestra próxima publicación (recordad: primavera de 2014) haga palidecer de envidia a la que acabamos de hacer y que tan digna ha quedado. A propósito: ya podemos ir haciendo una hucha de dos euros semanales. Sin darnos cuenta tendremos pagado el segundo libro.
Quiero agradeceros a todos la confianza que habéis depositado en Mireia y en mí para llevar a cabo el proyecto y las felicitaciones que nos dedicasteis en la entrega del mismo. Del trabajo de elaboración del libro hemos obtenido muchas satisfacciones, la principal, que de verdad os haya gustado.
Cada uno de vosotros debéis consideraros autores del mismo porque es el trabajo de todos el que lo ha hecho posible y porque todos somos artífices de este engendro feliz que llamamos Cuadernos Viajeros.
Ramón
El tío Ramón está en lo cierto: tenemos que procurar que nuestros dibujos sean esenciales, rayajos y manchurrajos evocadores de nuestra realidad, de lo que hemos sentido con lo que hemos visto. La mejor manera de apresurar esa magia es asomándonos al mundo del arte actual, al mundo de los niños y al mundo de la selva. Interactivamente. Pero por favor, hacedme caso, antes que nada hay que leerse una mínima Historia del Arte. Aprovechad el verano para soltar amarras . Es inevitable para la libertad de los trazos y las manchas que os van a caracterizar. ¡Ánimo! ¡Ánimo! El segundo tomo de «Cuadernos Viajeros» nos observa ya. Y se subtitula «La selva».
El libro de nuestros Ramón y Mireia, «Cuadernos Viajeros I. El despertar», inaugura un nuevo coleccionable visual que auna los siguientes contenidos: los dibujos, croquis y manchas de color de los cuadernos de viaje o los cuadernos de campo; las narrativas del yo o las anotaciones de diarios íntimos; los documentales fotográficos o descripciónes en imágenes; el arte relacional o proyectos artísticos con la gente; la pedagogía horizontal o aprender del de al lado en vez del de arriba; etcétera.
Al mismo tiempo, el diseño emergente de la colección hará que en otras ocasiones tengamos que ser otros quienes nos responsabilicemos de otros tomos. Pero ahora, el primer libro que yo voy enseñando de por ahí , de Ramón y Mireia, ¡despierta pasiones! Por la belleza de las imágens, por supuesto. Pero más que nada por la maravillosa «buena onda» que despide el libro . «Se nota una gran armonía», me decía Pepe Antón del periódico La Verdad.
Pienso que todos los cuadernistas nos sentiremos felices de invitar a calamares a Ramón y Mireia , cada vez que los veamos, por haber hecho posible que la colección «Cuadernos Viajeros» empezara con tan buen pie.
A PROPOSITO DEL LIBRO:
Era principios de Septiembre de 2011.
Yo había notado que los cocodrilos del cauce del río no estaban como siempre.
Las serpientes que solían campar a sus anchas por la plaza del Raval parecían como asustadas.
Los pájaros no volaban alegremente por la plaza del gallo como solían hacer todas las mañana, incluso los pajarillos que me despertaban todos los días ya no se asomaban a mi ventana.
– Mª Rosa he visto a gente en la plaza del raval.
– Gente, y que tiene de particular?
– No se, parece que no es gente normal.
– Normal, por que?
– Creo que están dibujando.
– ¡¡¡Dibujando¡¡¡.
– No puede ser.
– ¿y son muchos?.
– He contado mas de diez.
– ¡¡¡Dios mio¡¡¡.
No le di importancia, pero los tigres del “hort de Capa” gemían por las noches.
Algo estaba pasando.
Hasta que una mañana de mediados de Septiembre, yo estaba tan tranquilo en mi casa hablando con mi hija que recientemente había venido de Berlín.
– Papa, mira ¡¡ es Susi¡¡.
– Que Susi?
– Mi profesora de Biología del Instituto.
– No puede ser, Susi es una persona sería.
– Y esa gente¡
– En la plaza, en mi plaza había gente extraña.
– Mira ese hombre esta sentado en el suelo y parece que esta dibujando.
Rápidamente avise a Mª Rosa.
– Ves, yo tenía razón, creo que son los mismos que ví el otro día en la Plaza del Raval, pero ahora son más, y siguen dibujando.
– Papa, vamos a bajar a la plaza a saludarla.
Bajamos y allí estaban, nos acercamos con cuidado a entablar una conversación con ellos.
Eran una “tribu”, ¿urbana?, no se pero se arropaban entre ellos.
El que estaba sentado en el suelo pintaba o dibujaba con una “caña”.
Yo pensaba que las cañas eran para pescar o para pedirlas el la barra de algún bar.
Hacía garabatos.
Tenían tomada mi plaza, dibujando la fuente, la casa de enfrente, la mía.
Después de hablar con ellos les dije si podría unirme a su tribu, pues creía que podría hablar el mismo idioma que ellos.
Les invite a mi casa y les enseñé algunas de las pinturas que tenía.
El próximo Septiembre después de las vacaciones creo que los voy a volver a invitar a mi casa, pero a comer “calamares”.
FELIZ VERANO A TODOS LOS DE LA TRIBU.
Solicito que en las jornadas de la jungla el Pepe Ros éste vaya delante. Domina a la perfección el imaginario de la selva. Cualquier guerrero que lo escuche bajará su lanza y nos dejará pasar. También sugiero que sea él quien regale las Damas de Elche a los jefes de las tribus.